Como consecuencia del cambio climático, se prevé que cada año suba la temperatura global del planeta. Esto se traduce a mayores episodios de olas de calor de las que ya estamos siendo testigos durante estas últimas décadas. Según datos ofrecidos por la AEMET la llegada de temperaturas por encima de los 30 grados se está produciendo hasta 40 días antes de lo previsto. Así, cada año habrá más días de calor extremo, por lo que hay que saber cómo protegernos de sus efectos y, sobre todo, estar alerta de aquellos que pueden ser más vulnerables a estas temporadas, como es el caso de las personas mayores.
¿Cómo reaccionan sus cuerpos al calor?
La temperatura corporal de las personas ronda entre los 36 y los 37 grados. Sin embargo, la adaptación de los cuerpos a los cambios de frío o calor no es igual de fácil para los jóvenes o adultos que para las personas mayores. Tal y como lo explica Jose Antonio López Trigo, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología: «Su cerebro tarda más en adaptarse a los cambios, tenemos un centro termorregulador en el hipotálamo que regula la temperatura interior, y ese termostato está ralentizado en las personas mayores».
Además, las personas mayores son más propensas a las complicaciones durante enfermedades, y el calor extremo puede ser uno de esos intensificadores de la afección que padezca. Por ejemplo, si la persona mayor sufre hipertensión, las altas temperaturas pueden acrecentar los episodios de migrañas y mareos. Si presenta deterioro cognitivo, puede ser que haya que recordarle que beba agua frecuentemente para evitar una deshidratación.
Hay también medicamentos que interfieren en esa «termorregulación», por lo que los cuidadores o personas a su cargo deberán estar informados de los efectos que estos puedan ocasionarles durante las olas de calor.
Síntomas de un golpe de calor
También llamado hipertermia, se produce en momentos en la que la temperatura del cuerpo está entre los 37,5ºC y los 40ºC si es moderada. O extrema si supera los 41ºC, derivando en problemas de salud irreversibles o incluso la muerte. Por eso, es importante reconocer los primeros signos de un golpe de calor, que son:
- Aceleración del pulso
- Piel muy caliente, seca o enrojecida
- Boca seca
- Dolor de cabeza
- Náuseas y/o mareos
- Confusión, desorientación o incluso pérdidas del conocimiento y desmayos.
¿Cómo actuar si se produce?
Si crees que alguien puede estar presentando estos síntomas, es importante actuar rápido, sobre todo en personas mayores que son más vulnerables. Acuesta a la persona en una zona de sombra y eleva sus piernas para mejorar la circulación y que la sangre llegue más rápido al cerebro. Que no haya personas alrededor para que tome el aire, darle agua en pequeñas dosis y refrescarle lo máximo posible los puntos sensibles y esenciales para la temperatura como la frente, la nuca o las muñecas. Si no mejora, avisa inmediatamente al servicio de emergencias.
Algo muy ligado a los golpes de calor es la deshidratación, que se manifiesta con los síntomas anteriores, además de calambres musculares, pérdida de presión arterial y sensación de debilidad. Estos efectos del calor en personas mayores son muy frecuentes, por lo que mencionábamos anteriormente: no son tan conscientes de que tienen que beber agua o ciertas enfermedades o medicamentos son propensos a provocarla. Los signos son muy evidentes, así que si se localiza a tiempo y se recurre a un médico no tiene por qué tener consecuencias graves.
Qué hacer para evitarlos
Como venimos comentando a lo largo de este post, mantener una buena hidratación es fundamental para evitar los golpes de calor. Esto a veces puede no ser suficiente, así que también se recomienda reducir la exposición al sol lo máximo posible, sobre todo en horas puntas que alcanzan las temperaturas máximas del día (entre las 12h y las 16h). En caso de que sea inevitable salir, llevar protección en la cabeza (gorra, sombrero…) y ropa ligera con tejidos finos y de colores claros e intentar ir por las zonas de sombra. Sí es un lugar cerrado, mantenerlo fresco con aires acondicionados o ventilación adecuada.
Es muy posible que el calor también afecte al sueño, puesto que genera estrés, más aún en personas mayores. Evitar cenas copiosas y en su lugar que sean frescas, como ensaladas o cremas frías, darse una ducha refrescante y utilizar pijamas y sábanas que no den calor. Tampoco realizar actividades físicas intensas al sol ni nada que pueda suponer grandes esfuerzos.
Y lo más importante: Estar pendiente de que otros tampoco sufran los efectos del calor y saber atenderles cuando lo necesiten.