Cambios de estación: astenia otoñal en personas mayores
Que los cambios de estación, sobre todo los vinculados a los equinoccios, afecta mucho a algunas personas es bien sabido. Su impacto en el estado psicológico y anímico suele denominarse astenia primaveral u otoñal. Sin embargo, existe una patología, de peores consecuencias, denominada trastorno afectivo estacional asociada al periodo otoñal e invernal que conviene conocer.
Es decir, según las estaciones del año dicha enfermedad aparece o remite. No obstante, puede afectar a cerca del 10 % de la población. Especialmente, a las personas mayores o enfermos de Alzheimer, que se muestran más sensibles a los cambios bruscos en general. Pero sobre todo a los cambios de luz y de horario.
—que influye en el descanso— y fuerte sensación de fatiga.
En consecuencia, aumenta el riesgo de padecer episodios depresivos que, si no se atienden pronto, pueden agravarse. Todos estos síntomas son propios del trastorno afectivo estacional, también conocido como SAD —siglas de su denominación original anglosajona Season Affective Disorder.
Se trata, pues, de un patrón estacional que perjudica la salud mental, al desembocar en un trastorno depresivo durante los meses en los que escasea la luz solar.
En este sentido, el SAD va más allá de la típica astenia otoñal. Esta consiste en un estado de cansancio y apatía, producto de la disminución de luz natural y los cambios de rutinas y horarios asociados a ella. Sin embargo, el SAD posee síntomas más agudos, como veremos a continuación.
¿Qué es el trastorno afectivo estacional?
Fue en la década de los ochenta cuando comienza a registrarse en el ámbito psiquiátrico una forma de depresión asociada a un patrón estacional. Se trataba de trastornos depresivos que acontecían durante la época del otoño y el invierno, con periodos asintomáticos durante el resto del año.
En los primeros años, esta patología se la denominaba depresión estacional, si bien a finales de los ochenta ya se había acuñado el término de trastorno afectivo estacional. Sus síntomas van apareciendo de manera paulatina, en consonancia con la pérdida de luz y la transición del calor al frío que sucede con el correr de los días.
Así, el SAD surge estrechamente vinculado a las horas de luz natural. Suele registrarse con mayor énfasis durante los meses de otoño e invierno y, en menor medida, en primavera. En efecto, la luz natural estimula los niveles de serotonina, por tanto, a más horas de luz diurna, más sensación de bienestar.
Por otro lado, el buen tiempo siempre anima a salir más, estar activos y tener mejor humor. Por su parte, los descensos de temperatura también influyen en el estado de ánimo, pero no tanto como la luz solar.
La ausencia o aminoramiento de dichos fenómenos naturales pueden repercutir negativamente en el organismo, la salud mental y el cuerpo emocional.
Es por ello que en otoño se produce un incremento de las depresiones. Las horas de luz se ven reducidas lo que influye en nuestra actividad personal y social. De alguna manera, esta situación se agudiza en invierno y mucha gente suele presentar aún más desequilibrios afectivos y anímicos.